Ramón Hache Oliva, ejerce la crítica de arte independentista, usa sombrero por doquier. Tiene un local de pilates llamado “Poncio” y otro de marquería “Aurelio Marcos”. Se lo ve pasar silvando, por el arroyo Abra Vieja.
Laurentino Juan, sinólogo, toca el shakuhachi, fuma en pipa. Es crítico literario. Empleado municipal. Es flaco como una tacuara, tan despeinado como un pajonal. Sus manos son infinitas.